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jueves, 14 de julio de 2011

DOMESTICACIÓN, EDUCACIÓN Y ADIESTRAMIENTO

Lisa y Luna agotadas después del largo paseo, sobre todo en estos días calurosos del verano

¿Qué significa el término domesticación? Significa que en tiempos muy remotos el perro aprendió a considerar al hombre congénere suyo.
En efecto, un animal salvaje puede considerar a un animal de otra especie sólo de tres formas: presa, predador o individuo neutro. Relaciones distintas a estas, relaciones que comprenden socialidad y en cierto modo diálogo, pueden tener lugar solamente dentro de una especie animal.
Un individuo emite señales, el otro las recibe e interpreta. Independientemente del tipo de señales emitidas, sólo pueden ser entendidas por individuos de la misma especie.
Las señales serán mucho más numerosas y articuladas en las especies capaces de una estructuración social más compleja, como el lobo y el perro.
Así pues, ¿qué le sucedió al primer perro domesticado? Se convenció de estar entre perros de dos patas, y se puso a aprender con ahínco el lenguaje humano, segurísimo de que era lenguaje canino. Este proceso se llama precisamente domesticación y ofrece diversas ventajas.
Primero, sirve para no ser agredido o herido. Este fue sin duda el primer sin duda el primer resultado del que pudo complacerse nuestro hombre primitivo una vez que su cachorro se transformó en un adulto de largos colmillos.
Segundo, sirve para hacerle pensar al perro que la familia es su jauría, a la que ha de defender y ayudar. Y aquí surgen los primeros problemas, porque el perro y el lobo, dentro de una jauría, pueden hallarse en diversas posiciones jerárquicas, de gran jefe a último de los subordinados. Obviamente, dentro de una familia humana, el perro se sentirá un ser superior: tiene mejores dientes, olfato y oído más desarrollados, patas más rápidas, músculos más potentes... y a menudo se siente incluso más inteligente que nosotros.
Así pues, para él lo espontáneo sería asumir el papel de jefe de jauría, si el hombre no interviniese en tiempos precoces (cuando el perro es cachorro) explicándole que las cosas no funcionan así.
Eso es lo que hicieron los hombres primitivos y esto es lo que hoy debemos hacer nosotros. El proceso se llama educación.
La educación debe impartirse al cachorro desde su más tierna edad. Con un adulto las cosas serían más difíciles, porque hay una gran diferencia entre explicarle a un niño que no podrá llegar a ser presidente y destituir a un adulto que ya ha alcanzado el cargo.
Lógicamente, en el curso de la educación al cachorro se le impartirán ordenes, al principio simples como "no", "ven" o "ve a la perrera", luego algo más complejas, como "sentado" o "tierra". Pero aún no estamos adiestrando a nuestro perro, lo estamos colocando sólo en la posición que le corresponde en la escala jerárquica de nuestra familia-jauría.
Volvamos ahora por última vez a nuestro hombre primitivo, que ya había domesticado y educado a su cachorro. Podemos suponer que entonces pensó en servirse de algunas de las cualidades de su nuevo amigo y compañero con fines utilitarios, por ejemplo la vigilancia de un rebaño. Le enseñaría entonces a perseguir a las ovejas que huían, a reunirlas, a vigilarlas, etc.
Esto es lo que recibe el nombre de adiestramiento: el proceso mediante el cual se le enseñan al perro ejercicios específicos que deben llevarlo al desarrollo de misiones profesionales.
Domesticación, educación y adiestramiento son tres etapas fundamentales de la vida canina en relación con el hombre y deben tener lugar siempre en este orden.
Sin embargo, alguien podría pensar que la domesticación ya no es algo que nos afecte. En efecto, el perro es doméstico desde hace millones de años y en la actualidad ya no deberíamos preocuparnos de ello. El concepto es correcto sólo en parte, porque el perro es indudablemente un animal doméstico, que no nos considera ni presa ni predadores. Pero podemos correr el riesgo que nos considere como individuos neutros a los que ha de tratar con indiferencia o, lo que es peor, con desconfianza, si el cachorro no tiene estrechas relaciones con nosotros en las primera etapas de su vida.
Por lo tanto, también en nuestros días, deberemos someter al cachorro a una especie de domesticación, que en etología se llama imprinting y que representa una etapa fundamental de su desarrollo. El imprinting debe dársele al cachorro entre la cuarta y la séptima semana de vida y se obtiene simplemente haciendo que vea, oiga y huela al hombre, hasta hacerle creer que el hombre es un congénere suyo. Sin imprinting no se obtiene nunca un animal sociable y por tanto no se puede obtener un perro de trabajo ni de compañía.
Resumiendo: las fases que nuestro perro ha de atravesar en su vida junto al hombre son: imprinting, educación y adiestramiento. Las dos primeras, de vital importancia, siguen una única línea, común a todas las razas. La tercera fase afecta exclusivamente a los perros de trabajo y varía según las razas, en función de la especialización que queramos obtener.



(Texto obtenido de "Guía completa para el adiestramiento del perro", Valeria Rossi, Ed. de Vecchi)

Un Saludo
José Antonio

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